domingo, 6 de noviembre de 2011

RUMBO A LAS PITIUSAS


Al fin, y a tiempo de evitar que nuestras amarras soldaran en las cornamusas del pantalán del puerto de Adra, conseguimos salir de aquel agujero negro que nos retenía.
Terminamos las tareas pendientes más importantes, que nos tuvieron encaramados al palo durante largos ratos para poner la luz de tope y la antena de la radio en lo alto del mástil. Fue principalmente Koldo, pero también yo sentí el sutil tambaleo desde el punto más alto del velero. 
Estudiamos las previsiones meteorológicas y cuando una ventana de ligero poniente se escudriñó entre los vientos asentados de levante, aprovechamos para ir ganando terreno al Mediterráneo rumbo a las Islas Baleares. El día 12 de octubre comenzamos a avanzar por la costa almeriense, con viento flojo pero favorable, y los cálculos hechos para saltar de la península a las islas en un día agradable y sin sorpresas. 

Roquetas de Mar, Garrutxa, Mazarrón, Cartagena, Torrevieja, Villajoyosa y Morayra fueron los puertos de escala antes de dar el salto a Ibiza, en donde recalamos el día 19 de octubre, en el puerto de Sant Antoni de Portmany.

Los días de travesía fueron tranquilos y bastante rutinarios, algunos con madrugón incluido, y conseguimos llegar de día a todos los puertos, lo cual es de agradecer. La llegada a puerto iba seguida del típico ritual: papeleo en capitanía, organización del desaguisado preparado a lo largo de la travesía, ducha, merienda-cena y paseo por el pueblo.

Alguna de las travesías merecen una mención especial, como la del día 2º, con salida en Roquetas de Mar y destino en Garrutxa. Antes del amanecer ya nos adentrábamos en la bahía de Almería, lo que nos permitió disfrutar del cuadro titulado: Amanece en Cabo de Gata

El paso por esta costa recortada, voluptuosa, salpicada de pueblos encantadoramente blancos, de playas y calas familiares y recónditas, fue un chute de sensaciones, puntualmente aliñadas por la aparición de algún pez volador. Y para culminar, frente a la Playa de los Muertos, un montón de estos peces voladores atravesaron a la par la superficie del mar para aletear a lo largo de unas decenas de metros y volver a integrarse en su hábitat. Otro regalo de la naturaleza.

Más adelante, la, a priori, insípida provincia de Murcia nos sorprendió muy gratamente en Cartagena, ciudad de contrastes arquitectónicos, histórica y moderna, extremadamente cuidada, mimada y animada.
De la costa alicantina, desgraciadamente, apenas se aprecian unos pocos pedazos de tierra sin urbanizar entre pseudorascacielos y moles hormigonadas adornadas de toldos descoloridos por el sol y la decadencia.
La Manga del Mar Menor, Torrevieja, Santa Pola, Benidorm... duele a la vista, realmente las autoridades sanitarias deberían desaconsejar estos paisajes. Pero no tenemos otro remedio que sufrir las consecuencias de la idiosincrasia española de los años 80, aquella que se desarrolló al son de los pajaritos y el acordeón de Mª Jesús y de los gritos histéricos de una Mayra Gomez Kemp excitada por inhalación de su propia laca.

Por suerte, el sexto día arribamos en Villajoyosa, que, a escasas 5 millas de Benidorm sorprende gratamente por la originalidad y belleza del casco viejo, con sus casas pintadas de colores mirando al mar.

Algo más al norte, y al sur del Cabo de la Nao, en Morayra, realizamos nuestro primer fondeo, enfilados para atravesar el Canal de Ibiza, y como no podía ser de otra manera, no resultó todo lo cómodo que hubiéramos deseado, ya que el velero se balanceó en exceso, lo que nos proporcionó una noche sin descanso. Afortunadamente, el salto a Ibiza resultó extremadamente tranquilo, y durante las 12 horas que duró, nos sumergimos en un bucle anodino e interminable: timón, siesta, timón, siesta, timón, zzzz.....
Y así, el día 19 de octubre, con dos meses y medio de retraso respecto a los planes veraniegos, atracamos en el puerto de Sant Antoni de Portmany, junto al ultraconocido Café del Mar. 


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