martes, 27 de septiembre de 2011

MARRUECOS III. AROMAS DE MARRUECOS

Si quieres testear tu sentido del olfato, viaja a Marruecos. Si tienes dudas sobre el funcionamiento de tu pituitaria, un recorrido por este país es el mejor banco de pruebas para comprobar si te funciona bien o no.

Pasea por las calles de cualquier pueblo o ciudad, del norte o del sur, mediterráneo o atlántico, atlas, antiatlas, montañas del rif o desierto, y sus mercados callejeros te deleitarán con los míticos y típicos olores a cúrcuma, a comino, a clavo, a cilantro... Recréate con el espectáculo de su cOLORido. Haz buen acopio de este muestrario oloroso y si pasas por una curtiduría, coge fuerzas y entra, contén el vómito y respira bajito, es intenso y hediondo, pero el paisaje merece la pena, artesanía pura (y dura...). 

Afortunadamente, los bolsos y cinturones de cuero, que cuelgan amogollonados en las  pequeñas tiendas de la medina expiden un aroma más agradable, sin dejarte de recordar que están elaborados a partir de piel de cabra.

Para tomar el pulso a la cotidianeidad de la vida marroquí, siéntate en una plaza y párate a observar a tu alrededor. Aprecia la fragancia de los naranjos que te rodean y las flores de los jardines, buganvillas, jazmín... Después de un rato, estás preparado para entrar a la pastelería de la esquina y pegarte un revolcón oloroso de almendras, miel, canela y hojaldre. No te conformes con olerlos, prueba esos dulces. 

Salvo que seas muy curioso, procura evitar los puertos, suelen ser lugares corrompidos por los fétidos efluvios del pescado putrefacto y el excremento de gaviota... 


Tómate un té o dos todos los días, y abre bien tus fosas nasales sobre ese vaso humeante, hasta que te piquen los pelillos y te lloren los ojos. El olor de la hierbabuena bien lo merece.

Pasa de refilón por rincones muy evidentes, junto a tapias o muros y zonas oscuras, pues el macho marroquí es muy dado a marcar su terreno en estos lugares. Apesta.


Si lo tuyo es el vicio, busca ese pequeño café en la ciudad o ese gran café de un pequeño pueblo de la zona del rif y serás obsequiado con una degustación olorosa de lo que por allí se fuma...

No te vayas sin probar la harira en cualquier restaurante o casa marroquí, alimenta sólo con olerla, y además, no te va a salir ni parecida si la intentas hacer en tu casa... Probablemente te acompañará el aroma a sardinas a la brasa, o a cordero guisado, o a tagine de verduras con cous-cous, a tomillo, a apio, a perejil...

Si ese viaje a Marruecos te resulta olfativamente indiferente, háztelo mirar por tu otorrinolaringólogo de cabecera. Tendrás uno, ¿no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

!Ah! se me olvidaba, me gustan mucho las imágines que acompañas en tus relatos. Charo