sábado, 17 de septiembre de 2011

MARRUECOS II. EL RAMADÁN

Nuestra estancia en la costa marroquí ha coincidido con el ramadán. Es una época curiosa para ver la infinidad de posturas que un marroquí puede adoptar bajo la sombra del cachivache más insospechado, esperando en estado latente a que se ponga el sol para dar rienda suelta a sus principales necesidades, o sea, fumar, comer y beber... De hecho a más de uno se le acumula el trabajo y no sabe cual de estas tres tareas emprender en primer lugar. Se dice que ha habido casos en los que alguno se ha fumado la harira, se ha bebido los cigarrillos y se ha comido el té...


Supongo que Alá reparte a cada musulmán al nacer un talón de paciencia sin fondos, de otra manera no se entendería como se pueden dedicar durante un mes a mirar el tiempo pasar delante de sus narices, y no morir en el intento... al menos, los que carecen de oficio conocido. El resto, pescadores, maestros, comerciantes, adaptan en la medida de sus posibilidades sus horarios laborales en este mes de ayuno y abstinencia, que resulta especialmente duro cuando coincide en meses calurosos, como ha sido el caso de este mes de agosto.

Las horas previas a la puesta del sol, las calles se transforman en puro bullicio, en un ir y venir de gentes en busca de víveres con los que romper una jornada más del ramadán, mercados a rebosar, terrazas repletas de gente que no toma nada, restaurantes y bares cerrados... El ansia de comer y la sed se palpa en el ambiente hasta el punto de hacerte sentir culpable por comer y beber ante sus narices... "Lo siento, amigo, yo no musulmán..."

Pero afortunadamente, todos los días se pone el sol, y en ese momento, las calles se quedan desiertas, los locales que permanecían abiertos se cierran y los que estaban cerrados se abren y se llenan de gente hambrienta, el olor a harira (típica sopa de legumbres y bastante especiada con que habitualmente se rompe el ramadán) inunda las calles desde los platos de la mayoría de las casas y restaurantes marroquíes. Al cabo de una o dos horas, la vida vuelve a las calles de los pueblos y ciudades marroquíes y las terrazas de llenan de gente que toma café o té. Algunos permanecen sentados hasta ya bien entrada la madrugada, alargando la jornada nocturna, en la que (casi) todo está ya permitido...




1 comentario:

DavidPucelander dijo...

Aupa piratillas!! Bueno, bueno, ya veo que todo el esfuerzo, los meses de curro, las incomodidades y demás joyitas en el puerto, han dado sus frutos...
Desearos lo mejor en todos vuestros viajes, que espero sean muchos más.

Un abrazo.

DavidPucelander