martes, 6 de septiembre de 2011

MARRUECOS I. EL MEDITERRÁNEO MARROQUÍ.

  A lo largo de esta navegación por la costa marroquí, visitamos, en dirección oeste-este, los puertos de Marina Smir, El Jehba, Cala Iris y Alhucemas. No tuvimos mucha suerte con el viento, que casi siempre nos venía de proa y flojillo, por lo que tuvimos que acompañarnos del coñazo de motor más a menudo de lo que hubiéramos deseado. Por el contrario, gozamos en bastantes ocasiones de la visita de los delfines, que se acercan a nuestra proa a saludar y a deleitarnos con sus simpáticos saltos y piruetas, un espectáculo emocionante y delicioso donde los haya.


  La primera recalada fue en Marina Smir. Es un lugar bastante insulso, un puerto grande casi vacío, creado de la nada y en torno al cual se han ido construyendo urbanizaciones y hoteles para gente de un cierto nivel adquisitivo. 

Tiene la suerte de encontrarse bien localizado, a unos 5 kilómetros de M'Diq, un agradable pueblo de pescadores venido a más, en especial desde que es uno de los lugares de vacaciones de la familia real. En M'Diq he visto, como en pocos lugares marroquíes, cuidar con mimo la limpieza de las calles.

También aprovechamos nuestra estancia en Marina Smir para visitar Tetouan, que se encuentra a unos 20 kms al interior. Tetouan posee todos los ingredientes y contrastes de cualquier ciudad mediana marroquí: desde la suciedad y dejadez de la parte alta de la medina, donde reside la población más humilde, al lujo y elegancia del blanquérrimo palacio real, pasando por la belleza histórica de la medina, con sus calles estrechas encaladas y culminadas por maravillosas puertas artesanales. 






A unas 45 millas de navegación se encontraba nuestro siguiente destino: El Jehba. Si Marina Smir resultó algo cutre, no sé porqué pensé que me encontraría con algo parecido. Ni en mis mejores sueños. Inocente de mí, que aún conociendo Marruecos, pensé que viajando en barco, como lo hace la gente bien me encontraría con su cara más lujosa incluso a buen precio. Pobretica (como dicen por aquí en Almería). Es lo que tiene dejarse llevar, por el viento y por internet.


El Jehba resultó un pequeño pueblo pesquero, con un pequeño puerto pesquero, donde llegamos de noche, sin mayores indicaciones sobre la entrada al puerto, ni su calado, ni lugar de amarre. Afortunadamente, a última hora siempre se nos aparece, cual fantasma, un marroquí a través de la oscuridad, de entre redes y chatarra, para echarnos una mano y decirnos donde atracar. 

El puerto resultó un lugar de ambiente cargado, algo dejado, austero. El pueblo, situado al final de un valle montañoso, da un poco la sensación de aislamiento, de  abandono, pesadumbre... Claustrofóbico, vamos. Supongo que a esta sensación también contribuye que el tiempo estos días estuviera algo brumoso.


Tres días más tarde, y queriendo llegar directamente de El Jehba a Alhucemas, tuvimos que rectificar y retroceder unas millas para no volver a llegar de noche al destino que, en un principio, habíamos previsto. Y así, atracamos en Cala Iris, otro pequeño puerto pesquero, sobrio pero agradable, y enclavado en un paraje  donde el mar dibuja una costa escarpada y accidentada de gran belleza. Se disfruta especialmente observando desde algún mirador a cierta altura y distancia.


Y no somos, evidentemente, los primeros en haber descubierto el potencial de la zona, ya que existen proyectos para llevar a cabo resorts turísticos en este lugar. Claro que convendría acompañar dicho proyecto de un cambio de conciencia de los lugareños, que no son precisamente muy respetuosos con su entorno, como lo atestiguan los numerosos despojos acumulados en la playa y otros rincones donde los efectivos de limpieza no llegan. En Cala Iris solo existe un pequeño café, donde se juntan, con nocturnidad, un buen ramillete de jóvenes marroquíes a tomar té y dar rienda suelta a los efectos de sus largas y finas pipas de kifi, que les permite, sin inmutarse, tragarse los mayores bodrios televisivos que les pasen por delante, desde los discursos aleccionadores de su majestad Mohamed VI a los pseudoculebrones turcos más infumables... Y todo esto sin prácticamente cruzarse una palabra, aunque compartan la misma mesa.

Y, con promesas de volver a conocer más profundamente la zona, nos dirigimos dos días más tarde hacia Alhucemas, Villasanjurjo en la época española. Por fin llegábamos a una ciudad grande, con lo que presuponía encontrarme un puerto deportivo, con sus posibilidades de luz y agua, e incluso unos baños decentes (o al menos, a la europea) en el puerto, con ducha en el mejor de los casos... Y bien, finalmente nos encontramos atracando en la terminal de ferries del puerto de Alhucemas, donde este año por alguna desconocida y conflictiva razón no funciona el ferri (Melilla-Alhucemas) habitual. Sin luz, sin agua, sin ducha. Pero con baños a la europea (lo que viene siendo una taza y un lavabo), algo es algo. 


La ciudad de Alhucemas va unos pasos por delante del resto de lugares que hemos visitado. Nos sorprendió por lo aparentemente avanzado de la gente, o al menos familiarizados con el mundo que existe mas allá de sus fronteras. Incluso se ve con aparente normalidad que esos bichos raros llamados "mujeres" paseen por la calle, en ocasiones incluso, acompañados de sus novios... apasionante..., yo ya había olvidado que en Marruecos también existen...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Anuskilla!!
vaya aventuras e historietas más interesantes!
por aquí dicen que subáis por el Ebro hasta Miranda y desde aquí nos llevéis hasta Ibiza!
Muxu asko de los primos de Izarra!

iñigo dijo...

Hola Navegantes:

Me acabo de enterar de vuestro blog, lo he leido con mucho interes y he pasado un buen rato.

Tienes buena pluma Ana, de lectura muy entretenida y os seguire con asiduidad.

Me ha dicho Ibon que os vais a dar un garbeo por Vitoria, aprovechare para pedirle a Koldo las recetas de la Barbacoa

Saludos de Tutioiñigo