Desde que despedimos el
mes de agosto y en lo que ha durado septiembre, casi todo lo escrito
en el post anterior ha pasado a mejor vida. Junto con las vacaciones
de muchos, se acabó la tranquilidad eterna para nosotros y la
despreocupación por el estado de la mar.
Recibimos septiembre aún
en Menorca, con un temporal que duró 6 días y 6 noches, que formó
olas de más de 4 metros en el norte de la isla y vientos de más de
30 nudos.
A pesar de los momentos
en que se me encogía el estómago por el furioso rugir del viento,
de la embestida de una menorquina a la que se llevó el viento con
ancla y todo contra nosotros (el viento hizo garrear), del continuo
movimiento del velero estando fondeado y de algunas noches en vela,
sacamos varias cosas en claro de este primer temporal del verano:
- la solidez de nuestro ancla. La CQR de 45 libras y los 30 metros de cadena de 10mm, han aguantado con soltura un temporal de fuerza 7, con las embestidas del viento y la constante ola que nos sacudía. No así el mosquetón que sujeta la cadena del ancla, que salió algo maltrecho.
- largas jornadas de lectura que me han introducido en el mundo narrativo de Jack London con su Lobo de mar, y de Pérez Reverte y su Carta esférica.
- Binisafulla, en el sur de Menorca y junto al conocido pueblo de Binibeca, un fondeadero en donde no hubiésemos recalado de no haber sido por el temporal y que ha resultado bastante interesante y de gran vida submarina...
- un aviso para navegantes: el principio del fin del verano. La temperatura del agua ha bajado considerablemente y el anochecer invita a sacar mangas largas del fondo del armario. Basta de dar vueltas a Menorca de calita en calita y a pensar en volver sobre nuestros pasos hacia el resto de las islas: Mallorca, Ibiza y la península...
Tras las 6 jornadas de temporal, amaneció un día tranquilo y despejado y tocó organizar la cubierta y hacer recuento de los daños causados, vamos de “Lo que el viento se llevó” y es que, inevitablemente (o quizá no) después de tres meses navegando, algunos objetos toman vida propia y, empujados por el viento, marchan en busca de nuevas experiencias, abandonando el que ha sido su hogar hasta entonces y para fastidio de sus propietarios. Asimismo, hemos recuperado algunos objetos que se largaron de otros barcos: gafas de buceo, ropa, defensas...
Aprovechando los pocos
días de calma que sucedieron a aquel temporal, recalamos en
Ciudadella, donde repusimos la despensa, preparamos la marcha y
cambiamos de isla.
La
travesía a Mallorca fue tranquila, esta vez el canal de Menorca se
portó bien con nosotros y hasta hicimos un poco el tonto para
distraernos.
Durante el resto del mes,
nos mantuvimos pegados al ordenador allá donde pudimos y a la radio
en todas partes, a la espera del parte meteorológico y en busca de
las predicciones que nos informaran de la dirección y fuerza del
viento, del tamaño de ola y su dirección para buscar el fondeadero
donde más resguardados pudiéramos estar. Alguno resultó
interesante, otros, no tanto.
Ello no evitó el que una
mañana demasiado temprano tuviéramos que salir de la cala donde nos
encontrábamos (cala Moltó) al
entrar el viento antes de lo esperado, con lo que una marejada
bien formada nos acompañó navegando hasta el siguiente fondeadero a
resguardo (Porto Colom).
Y así, el viento rolaba
y rolaba, ahora del norte, ahora del sudeste y el mar se volvía
loco, con mar de fondo de una dirección y la ola de otra, mientras
nosotros nos recorrimos más de media isla sin visitar aquellos
sitios que hubiéramos querido, si no aquellos que los caprichos
meteorológicos y la topografía de la isla nos permitieron. Y así
pudimos ser testigos del turismo “de calidad” que invade esta
isla, de la misma calidad que las salchichas que engullen sin
pestañear alemanes gordinflones y de los grasientos chiringuitos de
fish & chips que inundan los guettos ingleses.
En Andratx, desguazaban
un catamarán de 20 metros que días antes se había ido contra las
rocas al romperse la cadena de la boya a la que estaba amarrado.
Restos destrozados del casco y de sus interiores eran repartidos por
las olas por todo lo ancho de la bahía. Supongo que cada pedazo de
fibra desparramado contendría mil y una historias y anécdotas que
la pareja de alemanes propietarios de este cata estarían recordando
y llorando en aquellos momentos.
Otra curiosidad que
encontramos en el puerto de Andratx, lo
que viene siendo un coche ecológico, vamos.
Y finalmente despedimos
con ganas Mallorca y septiembre para dar paso a una nueva etapa que
confiamos en que fuera más placentera: recibir octubre en Ibiza.